domingo, 5 de agosto de 2012

HISTORIA DEL TEATRO III: Renacimiento
Tercer capítulo de la Historia del Teatro

El Renacimiento fue la época histórica que marcó el paso de la Edad Media a la Modernidad. Los propios historiadores no se ponen muy de acuerdo a la hora de establecer el inicio de este período de forma oficial, ya que hay algunos que defienden el año 1453 como el principio (cuando los turcos invadieron Constantinopla) y otros prefieren retrasarlo hasta 1492 (con la llegada de los españoles al continente americano). Quizás estas fechas tan generales que tratan de englobar a toda Europa sean incluso tardías, pues el movimiento renacentista había surgido ya en Italia a mediados del siglo XIV. Sea como fuere, lo que sí es cierto es que en toda Europa estaban decayendo los cánones medievales a marchas forzadas, principalmente por la paulatina pérdida de la presencia religiosa en la vida cotidiana, y la consecuente liberación que ello supuso para artistas, científicos y pensadores en general. El caso que nos toca, el del teatro, se vio inmensamente favorecido por este cambio de pensamiento, ya que empezaron a componerse obras dramáticas enfocadas desde el hombre para el hombre, más centradas en los personajes y sus costumbres que en la moralidad. Además, en este período se produjo un hecho clave para la difusión de las ideas a través del papel: el descubrimiento de la imprenta por Gütenberg, lo que propició la publicación de obras literarias y su lectura, así como la aparición de clases sociales (más cultas) que gustaban de la buena literatura o mecenas que sentían ansias de invertir en los nuevos talentos .El teatro sufrió una evolución que fue llevándolo poco a poco hasta su cénit, ya en el Barroco. Se prolongó en el tiempo un teatro religioso, heredero del de la Edad Media y muy relacionado todavía con la liturgia, pero, a su vez, se desarrolló un teatro profano, que arraigó profundamente entre el público y que encontró uno de sus máximos exponentes en el español Lope de Rueda. Atendiendo al tipo de público que asistía a las representaciones, el teatro profano podría dividirse en tres vertientes:
1.El teatro populista, que buscaba contentar al auditorio, principalmente.
2.El teatro cortesano, muy relacionado con las clases nobles y sus fiestas privadas.
3.El teatro erudito, generalmente desarrollado en las universidades.

En Italia, la ya mencionada cuna del Renacimiento, se empezó adaptando églogas líricas hasta que, con el tiempo, quedaron convertidas en églogas dramáticas (de las que, en España, bebió Juan del Encina para crear sus obras) y conformaron así un nuevo género teatral. Poco a poco, el desarrollo del teatro erudito, muy culto y, por lo tanto, poco dirigido al público de a pie, encontró una reacción negativa entre cierto número de escritores y compañías teatrales. La consecuencia de esto fue la creación de la “Commedia dell’arte” (Comedia del arte), un tipo de teatro bastante cómico en el que no se escribía todo el texto, sino que contaba con unos sucesos predefinidos y unos personajes fijos con frases características ya asignadas, que, mediante algunas pautas y la improvisación, creaban el texto de las obras ‘in situ’. Las tramas más habituales y demandadas eran las de enredos amorosos, en las que intervenían estos personajes arquetípicos mencionados anteriormente; ellos llevaban la cara cubierta por una máscara, pero ellas no. Hasta hoy han llegado sus andanzas y sus nombres (Polichinela, personaje jorobado y muy sarcástico; Pantalone, el avaro comerciante; el Capitán, soldado fanfarrón que presume de sus proezas; el Doctor, el clásico erudito pedante; o Arlequín, personaje cómico con un traje de colores), y muchas de sus características se siguieron adaptando siglo tras siglo, obra tras obra. La Comedia del arte se extendió por toda Europa y tuvo una repercusión inmensa en la actividad dramática de los países cercanos a Italia.

En Inglaterra no se vivió una actividad dramática especialmente fructífera en los primeros años del Renacimiento, y tan sólo pueden encontrarse tres modalidades dramáticas: el teatro culto (con el que pretendían imitar a los clásicos), el teatro religioso (moralista en su mayor parte), y las compañías itinerantes (que representaban obrillas de carácter cómico). Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XVI, el hecho teatral experimentó un crecimiento sin parangón que preconizaba el Barroco en toda Europa. Es lo que conocemos como “teatro isabelino”, período en el que los británicos controlaron y potenciaron su teatro mediante la formulación de leyes (entre las que destaca la construcción de teatros estables como ‘The Theatre’). Además, en los últimos años de la centuria, aparecería el artífice del despegue definitivo del teatro inglés: el genio dramático de William Shakespeare (cuya producción literaria no vamos a considerar en este capítulo por adentrarse en gran medida en el sentir de los comicios del Barroco).

Por su parte, en España, el Renacimiento se inició con la publicación de una obra fuera de lo común, tanto en su forma como en su contenido: “La Celestina”, en la que se obviaba completamente a la religión, se potenciaban las tramas amorosas y mágicas, y se adoptaba un tono políticamente incorrecto por sistema. No se parecía a nada de lo que se estaba escribiendo en la Península en aquellos momentos, pues los pasos que los dramaturgos daban se alejaban aún despacio del Medievo. Según fue avanzando el siglo, las composiciones italianas empezaron a dejarse sentir con fuerza en España, y autores como Juan del Encina o Lucas Fernández tomaron muchos de sus motivos para sus creaciones. Poco a poco se irán presentando los elementos que predominarán en el siglo siguiente, como la inclusión del tema del honor o las comedias de capa y espada. En una segunda generación de autores teatrales renacentistas, destacó Lope de Rueda, un hombre de teatro de los pies a la cabeza: escritor, director, actor, que experimentó en sus obras para tratar de encontrar nuevas líneas de escritura y contentar así a su público, cada vez más numeroso. Gracias a él y a sus “Pasos”, el teatro breve cobró una importancia especial en el panorama dramático. Por último, no hay que olvidar que, a finales de este siglo es cuando empezó a desarrollarse también la actividad literaria de Cervantes (quien también se encuadra ya en el Barroco).

Si bien el Renacimiento no supuso del todo la consolidación de la época dorada del teatro, sí podría decirse que fue, sin lugar a dudas, su precursora, y que gracias a los avances en la técnica y el pensamiento que tuvieron lugar en este período, se pudo desarrollar en toda Europa el teatro barroco, y lo que, en España, se convirtió en una de las etapas más maravillosos y apasionantes que ha vivido la literatura, y que hoy conocemos como Siglo de Oro español…

Renacimiento

La eclosión del Renacimiento en Italia tuvo consecuencias decisivas sobre la evolución del teatro, pues, al surgir una producción dramática de carácter culto, inspirada en los modelos clásicos y destinada a las clases aristocráticas, se generalizó en el transcurso del siglo XVI la construcción de salas cubiertas y dotadas de mayores comodidades.

Teatro en Italia

Como primero de los teatros modernos suele citarse el Olímpico de Vicenza, diseñado por Andrea Palladio y finalizado en 1585, que constituía una versión de los modelos romanos y presentaba, al fondo del escenario, una perspectiva tridimensional con vistas urbanas. El modelo clásico del teatro italiano, vigente en muchos aspectos, fue no obstante el teatro Farnese de Parma, erigido en 1618, cuya estructura incluía el escenario, enmarcado por un arco proscenio y separado del público por un telón, y una platea en forma de herradura rodeada por varios pisos de galerías. Durante este tiempo se desarrolló también en Italia una forma de teatro popular, la comedia del arte, que con su énfasis en la libertad de improvisación del actor dio un gran avance a la técnica interpretativa.

Inglaterra: el teatro isabelino 

 The Globe Theatre

Muy diferentes fueron los teatros erigidos en Inglaterra durante el reinado de Isabel I de Inglaterra, época de excepcional esplendor del género dramático, entre los que se destacó el londinense The Globe donde presentaba sus obras William Shakespeare. Carentes de techo y construidos de madera, su rasgo más característico era el escenario elevado rectangular, en torno al cual el público rodeaba a los actores por tres lados, mientras las galerías se reservaban para la nobleza.

España: los corrales de comedias

En España, y en la misma época que el teatro Isabelino en Inglaterra (siglos XVI y XVII) se crean instalaciones fijas para el teatro al aire libre denominadas Corrales de Comedias, con las que guardan similitudes constructivas. A diferencia del caso inglés, en España si han pervivido algunos ejemplos de estas edificaciones. Exponentes de esta época son los autores Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca, claros exponentes del importante Siglo de Oro español.

Barroco y neoclasicismo

El transcurso de los siglos XVII y XVIII dio lugar a un gran enriquecimiento de la escenografía. La recuperación por parte del drama clásico francés de la regla de las tres unidades —acción, tiempo y lugar— hizo innecesaria la simultaneidad de decorados, con lo que se empleó sólo uno en cada acto, y pronto se generalizó la costumbre de cambiarlos en los entreactos. Posteriormente, la creciente popularidad de la ópera, que requería varios montajes, favoreció el desarrollo de máquinas perfeccionadas que dieran mayor apariencia de veracidad a efectos tales como: la desaparición de actores y la simulación de vuelos —las llamadas "glorias", por ejemplo hacían posible el descenso de las alturas del escenario de una nube que portaba a los cantantes. El teatro de la Scala de Milán, finalizado en 1778, constituye un ejemplo de las grandes dimensiones que eran precisas para albergar tanto al público como a la tramoya y al aparata escénico.

RENACIMIENT0

Hombre de Vitruvio, dibujo de Leonardo da Vinci, expresión del canon estético renacentista.

Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas. Italia fue el lugar de nacimiento y desarrollo de este movimiento.
El Renacimiento fue fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.
El nombre «renacimiento» se utilizó porque este movimiento retomaba ciertos elementos de la cultura clásica. El término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, sustituyendo el teocentrismo medieval por cierto antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la actitud espiritual del artista.
De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia, el movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de Europa.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional».
Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su cronología se ha discutido muchísimo; generalmente, con el término «humanismo» se indica el proceso innovador, inspirado en la Antigüedad clásica y en la consolidación de la importancia del hombre en la organización de las realidades histórica y natural que se aplicó en los siglos XV y XVI.
El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico. Su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el ascenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.

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